Homilía en la Misa diocesana por el Papa Francisco
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Acontecer diocesano, 26 de abril de 2025.- Después de los funerales del Papa Francisco en Roma, en nuestra diócesis se celebró la Misa exequial en sufragio por el Papa, la celebración fue presidida por el señor Obispo Jorge Estrada Solórzano. En su homilía destacó el legado que el Papa Francisco deja a la Iglesia:
Cari fratelli e sorelle! ¡Queridos hermanos y hermanas!
Con este saludo, se daba a conocer el Santo Padre Francisco. En efecto, no era una mera formalidad o un protocolo como jefe de estado, sino, un modo de cercanía con el pueblo de Dios. El pueblo representado en aquella multitud que había aguardado en la esperanza el surgir del nuevo vicario de Cristo. De los confines de la tierra por donde se ha proclamado el evangelio ha brillado la luz de Cristo para la Iglesia universal.
El Papa de los Pobres
Con la elección del nombre pontificio el Papa causó sorpresa. Ningún Papa antes de él había elegido el nombre de “Francisco”. Seguramente esto era algo más que la mera preferencia por un nombre; el nombre era ya un programa, un proyecto. En el primer encuentro con los medios de comunicación, el santo Padre explicó que la elección de este nombre era en referencia a Francisco de Asís: él es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación. Y añadió: ¡Ah, como quisiera una Iglesia pobre y para los pobres! Con estas palabras quedaba de manifiesto que iban a desempeñar un papel muy importante en el nuevo pontificado[1].
El Papa de los Jubileos
No es coincidencia que el pontificado del Santo Padre Francisco haya estado marcado por dos jubileos: el jubileo extraordinario de la misericordia y el jubileo ordinario de la esperanza. Misericordia y esperanza dos realidades que se reclaman entre sí. Éstas, trazan las coordenadas para un nuevo camino de relación entre Dios y los hombres. Como dice la Misericordiae vultus n. 2: «Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado» (MV 2). También, dice que esta misericordia es nuestra esperanza, porque la esperanza no defrauda… Efectivamente, la esperanza nace del amor y se funda en el amor que brota del corazón traspasado en la cruz: «Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida» (Rm 5,10). Y su vida se manifiesta en nuestra vida de fe, que empieza con el Bautismo; se desarrolla en la docilidad a la gracia de Dios y, por tanto, está animada por la esperanza, que se renueva siempre y se hace inquebrantable por la acción del Espíritu Santo (Spes non confundit 3).
El Papa de la misión y de la sinodalidad
El Papa Francisco tenía tres ideas que son como la estructura de todo su pensamiento sobre la Iglesia. Por un lado tenemos la misión o evangelización; podríamos decir que el Santo Padre vivía, pensaba y promovía una Iglesia desde la misión y para la misión. Y, frente a esto, las otras dos palabras fundamentales son una Iglesia bautismal y una Iglesia sinodal. Tanto lo bautismal como lo sinodal están orientados hacia la misión. El Papa indica, que la sinodalidad empieza con una actitud de escucha y para que sea realmente una actitud de escucha y de diálogo, hay que tener libertad para hablar. La sinodalidad es un proceso de sinergia o de convergencia para la misión. Es decir, se procura que la aportación de cada uno converja en un proyecto común, manteniendo su propia peculiaridad. Como podrán ver, la sinodalidad es tan importante para entender la Iglesia que el Papa Francisco llega a repetir la frase que también utilizó, en el siglo IV, S. Juan Crisóstomo: la Iglesia tiene nombre de Sínodo. O, también: Sínodo es nombre de la Iglesia. Por tanto, no es algo accidental, ni una mera añadidura, sino que brota de la identidad misma de la Iglesia[2].
El Papa de cambio de Época
He aquí, el cambio epocal que representa el Papa Francisco en su eclesiología a los 60 años del Concilio Vaticano II. En primer lugar constataba que venimos de una realidad eclesial con «murallas que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegiada» (MV 4) y en segundo lugar quizo iniciar, particularmente con la Evangelii gaudium calificado como «escrito programático» (EG 25), «una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años» (EG 1). Tal objetivo en la Laudato si (2015) viene presentado por el mismo Papa al observar que había dirigido su primera Exhortación, Evangelii gaudium, «a los miembros de la Iglesia para poner en marcha un proceso de reforma misionera que aún está por realizarse» (LS 3). El Papa Francisco «en cierto modo personifica la renovación promovida por el Vaticano II, es el primer Papa que ofrece a toda la Iglesia, programáticamente, la riqueza del carisma de san Ignacio de Loyola, el santo de la modernidad, y de san Francisco de Asís, el santo en el que la forma del Evangelio se propone como forma para la Iglesia».
El papa del camino y de la esperanza
La vida cristiana es un camino, que también necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza, compañera insustituible que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el Señor Jesús (Spes non confundit 5). Una de las palabras preferidas del Papa, es el término “camino”. Dicho concepto aparece en la Biblia para designar la relación de Dios con su pueblo; Jesús dijo de sí mismo que él era el camino (cf. Jn 14, 6) y los primeros cristianos se entendieron como gente del nuevo camino (cf. Hch 19, 9.23). En el pontificado de Francisco se convirtió en una de las directrices para el nuevo estilo de vida eclesial. En la experiencia personal de Dios no se puede prescindir del camino… a Dios se lo encuentra caminando, andando, buscándolo y dejándose buscar por él… puede ser por diversos caminos, el del dolor, el de la alegría, el de la luz, el de la oscuridad (Bergoglio y A. Skorka, sobre el cielo y la tierra). Naturalmente para el Papa Francisco el camino del seguimiento de Cristo será el camino trazado para la Iglesia. Esta es la esperanza, más grande que las satisfacciones de cada día y que las mejoras de las condiciones de vida. Esperanza que nos transporta más allá de las pruebas y nos exhorta a caminar sin perder de vista la grandeza de la meta a la que hemos sido llamados, el cielo (Spes non confundit 25).
Como comunidad eclesial, les invito a seguir sus huellas y confiar a nuestro santo Padre Francisco en las manos del Padre. Que Dios encuentre su lámpara encendida con el aceite del Evangelio, que él esparció y testimonió durante su vida (cf. Mt 25,6-7). Como las mujeres del Evangelio en el sepulcro, estamos aquí con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle, ese amor que no se pierde; queremos hacerlo con la misma oración, entrega y cercanía que él supo mostrar a lo largo de los años de su pontificado. Santa María Madre de la esperanza, ruega por él…
[1] Francisco, Audiencia al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede.
[2] Cf. CTI, La sinodalidad en la vida y en la misión de la iglesia , n. 4.
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